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De Verbier a París, ruta épica con destino: 2024

  • Foto del escritor: Alfredo Moya
    Alfredo Moya
  • 29 ene 2024
  • 5 Min. de lectura

Dar el pistoletazo de salida al nuevo año es algo que siempre me ha gustado celebrar fuera de Barcelona. Este año no ha sido diferente de ello, así que elegí dos destinos: Verbier, Suiza para cerrar el 2023 y París, Francia para empezar el 2024.


Tras deliberar entre varios destinos y perder un vuelo, decidí visitar dos países como el año pasado, así que el plan empezó a tomar forma, reservé aviones y trenes sin dudarlo, esta vez con algo más de frío que en ediciones anteriores.


26 de Diciembre, con la barriga llena de turrones, polvorones y escudella puse rumbo al Aeropuerto de Barcelona destino a Ginebra, pasando antes por mi apreciado Lounge dónde por sorpresa servían Canelones, plato típico de San Esteban, comida que me iba a perder con mi familia ese día.


Vistas a 2000m de todo Verbier

Eran las 18h y aterrizaba en la fría y puntual Suiza, me puse el abrigo y rumbo a la estación de tren para ir hasta Martigny, donde Pierre y Yannik me esperaban para recorrer cuál carrera de Rally hasta la cima del Val de Bagnes hasta Verbier. ¡Que suerte la mía de contar con locales de la región!


Llegamos a las 8 de la noche y me esperaba toda el clan Dubosson, listo para un ritual, juntar toda la familia y un forastero (yo) para una enorme Fondue de 2kg de Queso hecho por ellos mismos. Allí daba el pistoletazo de salida a una semana sin hablar Español y convertirme en Francés.


Al día siguiente, con camiseta térmica y botas de montaña pusimos rumbo hasta los 2.000m de altitud para comer en las pistas de esquí de Verbier y disfrutamos de unas cervezas y una increíble Tartiflette hecha con queso Tomme de la región con una excelente vista de todo el valle completamente nevado.   La subida fue algo dura, pero el descenso fue al nivel de Kilian Jornet.



Esa tarde con el objetivo de ganarnos la cena, decidimos ayudar a la quesería familiar y con Pierre, cargamos queso en el coche y nos pusimos a hacer de repartidores por toda la ciudad y bueno, creo que mi acento y mi apariencia sureña no sonaba muy convincente pero entregamos más de 100 quesos en diferentes hoteles: nos habíamos ganado una Fondue Chinoise, hecha con un caldo de verduras donde hierves diferentes tipos de carne acompañados por excelentes vinos como un Chateau Haut-Brion del 2000, si si, del 2000!


Al día siguente y bien temprano, recibimos la visita de dos amigos, Evan y Laila, acompañados de Maple, un torbellino peludo que se quedarían con nosotros un día, así que café en vena y nos fuimos a hacer un trek por las montañas hasta el Refugio/Resturante La Marlenaz, en la estación de esquí de Savolyères. Tras caminar un rato, tomar un café y ver desde otra perspectiva el Valle de Bagnes, nos hicimos algunas fotos con una moto de nieve que encontramos por allí y bajamos hasta el Chateau St Albert que según dicen, tiene la terraza con las mejores vistas de Europa y tomamos unas copas de Petite Arvine para luego bajar hasta la Quesería de Verbier, dónde Pierre y Marc nos harían una pequeña visita y conocer cómo se elabora el queso que íbamos a comer esa noche.


Decidimos entrenar al perro de Laila en las montañas

Llegamos de nuevo a casa para hacer una increíble Raclette todos juntos, charlar hasta no poder más y finalmente poner rumbo a mi santuario: El Pub Monfort, sitio dónde conocen por robar un micrófono y cantar La Macarena delante de 200 personas el año anterior.


Y obviamente, esta vez no cometí el error de pedir 2 Shakers Valaisannes, éramos 4 así que tenía algo más de sentido pero igualmente nos bebimos dos de ellos. Conclusión? Repetimos el mismo error.


Y como es tradición, al acabar la fiesta fuimos a una pastelería dónde a través de la ventada del obrador te venden croissants a modo de “recena” y de camino a casa nos encontramos un árbol de navidad que acabaríamos llevando con nosotros hasta casa .


Evan secuestrando un árbol de navidad

Al día siguiente nos levantamos tarde, comimos todos juntos y tras despedirnos de nuestros amigos nos fuimos a un bar” para juntarnos con unos amigos belgas, que por sorpresa vienen de un pequeño pueblo donde viven dos amigos míos, Arlon, de Erasmus y se conocían entre ellos.  Así que, empezamos a contar historias de la Faite du Maitrank, fiestas en las que la gente del pueblo destila su propia bebida hecha a base de vino blanco, naranja y otros licores macerado durante 3-4 semanas.


Esa noche, me quedé con las ganas de cantar de nuevo la Macarena y obviamente, Pierre me encontró un bar para seguir la tradición lo hice de nuevo, otra vez, pero con menos público tras que nos quisieran timar 26 euros por un kebab.


30 de Diciembre, hicimos nuestras maletas y pusimos rumbo a Ginebra, punto de salida de nuestro TGV con destino Paris-Gare du Lyon, lugar dónde celebraríamos la entrada del 2024 junto a Zélie y sus amigos.


Tras 3h y media de trayecto al lado de un profesor de historia Serbio que me contó toda la historia de Yugoslavia en varias ocasiones llegamos finalmente a la triste y lluviosa París.


Esa tarde nos juntamos con Zélie y su tropa, que nos acogieron como parte de su gang y pasamos toda la noche en un bar bebiendo cervezas, comiendo “tapas” con comillas, probando diferentes chupitos y tras la fallida búsqueda de un karaoke abierto, lo improvisamos en su casa y creo que pude demostrar mis dotes al micrófono de nuevo, esta vez en francés.


Al día siguiente decidimos hacer un poco de turismo cultural y fuimos a visitar el Palacio de Versailles y sus enormes e interminables jardines. Creo que pasamos dos horas andando y mirases donde mirases no se acababan; a Louis XIV se le fue de las manos.


El frío en Versalles era descomunal.

Luego nos fuimos, siguiendo a Thibaut, a hacer algo muy parisino: tomar una cerveza en un bar cerca de la Tour Eiffel con todos sentados en línea mirando a la gente. La verdad es que dábamos el pego como parisinos porque todo el mundo nos preguntaba indicaciones de como llegar hasta la Tour Eiffel.


Tras la dolorosa de 15 eur por cerveza, nos juntamos con el grupo para la cena de nochevieja y tras mezclar el champagne, queso y foie gras, nos arreglamos para ir a celebrar el año por todo lo alto en un barco en el Sena.


El recorrido en metro hasta allí fue marcado por una competición en la que debíamos guardar silencio y quien se riera tenía que cambiar de vagón a la siguiente estación. Resultado? Empezamos en el primer vagón y terminamos todos en el último.



Y por fin, a ocho minutos de la medianoche y con un vaso de champagne, empieza la cuenta atrás hasta las 00:00.  Todos juntos, en la cubierta de un barco en el Río Sena y con vistas a Notre-Dame y al ritmo de La Kiffance dábamos el pistoletazo de salida a este nuevo capítulo.


Como es de esperar, el siguiente día lo pasamos en el sofá y sin salir de casa comiendo las sobra del día anterior y prometimos empezar un mes sin beber alcohol.


Ya entrado el 2º día del año, fuimos a tomar un café y entre sonrisas y lágrimas nos despedimos para poner rumbo a nuestras respectivas casas.


Puedo decir con total honradez y satisfacción que este ha sido sin duda alguna una gran forma de terminar un tremendo año.


2025, ¿lo podrás superar?

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Image by Marco Meyer

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  Artículo del blog  

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