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Praga, tanteando la capital bohemia día y noche.

  • Foto del escritor: Alfredo Moya
    Alfredo Moya
  • 26 jul 2018
  • 5 Min. de lectura

Frágil, reluciente y dividida por el rio Vltava (Agua Bravía en checo), la ciudad de Praga es la capital de la República Checa y de la antigua región de Bohemia.


Volver de Malta dejó un agujero en el estómago que solo el viajar puede saciar, a la semana de volver ya estaba comprando los vuelos y reservando los hoteles para visitar por segunda vez la ciudad que en 2013 me enamoró y atiborró de cerveza.


14 de Julio, Aeropuerto de Barcelona; nuestro vuelo de Ryanair (retrasado 3 horas como de costumbre) salía rumbo a la República Checa; tocamos suelo extranjero a las 15h.


Recogimos nuestro equipaje, nos armamos de valorar e intentamos guiarnos entre los carteles en checo para llegar hasta donde nuestro chófer de Uber, Bek, nos recogería en su Skoda, coche producido en la zona. Ese viaje, fué propio de Dominique Toretto en Fast&Furious, circulábamos a 140 por carreteras de 50, el conductor derrapaba y se pegaba al guardarraíl como si fuera un bólido de F1.



La llegada al hotel fué impactante, superó con creces nuestras expectativas, nos alojamos en el Hotel Don Giovanni, un cuatro estrellas espectacular con pianista en el hall, escaleras y suelo de mármol, azafatas y pilotos de Emirates en el vestíbulo e hilo musical en los ascensores. Era tal la satisfacción de haber escogido un buen hotel que enseguida desempaquetamos maletas y pusimos rumbo al centro.


El haber estado ya en la ciudad, me brindó la oportunidad de enseñar a mis amigos todos aquellos sitios clave, importantes y bonitos de la ciudad, pues pusimos rumbo a Vácklavské Námestí, la plaza central de la ciudad desde donde se empieza siempre a visitar la ciudad. Esa primera tarde, se planteó como un mero tanteo del terreno para que Marc y Vianell tuvieran nociones básicas de orientación durante los siguientes días.


Los primeros pasos y las primeras horas en un destino son capaces de marcarte todo un viaje y crear expectativas que deberán ser cumplidas, ese día paseamos por las calles de Josefov (Barrio Judío) y el centro histórico conocido como Stare Mesto o Ciudad Vieja. Las buenas vibraciones se respiran en cualquier calle adoquinada de las miles que puedes encontrar en la ciudad, cada una de ella tiene algo especial. Llegar al Puente de Carlos era una de las cosas que más deseaba, guardaba muy buenos recuerdos de mi paso por la ciudad en 2013, esos se volvieron a repetir, tanto que decidimos ir a uno de los restaurantes que destaqué de mi pasado viaje: Blatnicka, en el Staré Mesto, nos pusimos hasta arriba de comida y nos tomamos la primera de muchas pintas de cerveza hasta la vuelta al Hotel, era el primer dia de ocho, íbamos algo cansados y queríamos guardar energías para todo lo que nos esperaba al día siguiente.


15/7: Castillo de Praga y Malastrana.


Ese día, nos despertamos revitalizados después de dormir ocho horas del tirón. Nos duchamos, cambiamos y bajamos al desayuno del hotel, algo espectacular e interminable a nivel de cantidad, nos pusimos las botas y marcamos nuevo destino en nuestro mapa, Hradcany, el Castillo de Praga, el castillo y recinto amurallado más grande de Europa. Usamos por primera vez el metro, algo surrealista si no has estado antes en la ciudad, pues los trenes van rapidisimos y las escaleras automáticas recorren distancias de casi 2 minutos y medio hasta la superficie. Gracias a la existencia de los tranvias, llegamos a la cima en escasos veinte minutos, listos para explorar Praga desde la cima.


Empezamos la ruta atravesando el portón del castillo, pasando por la Catedral de San Vito y la residencia del PM Checo hasta llegar a una especie de mirador desde el cuál tomamos unas 150 fotografías, interrumpimos la sesión de fotos de un grupo de japoneses y nos aliamos con otros españoles para que nadie nos robara el sitio clave de las fotos; tenemos mucho morro como forma de ser, ¡y lo tenemos bien claro! Seguimos deambulando por los jardines haciendo paradas técnicas bajo la sombra hasta llegar a un Restaurante que teníamos fichas para tomar una cerveza... o eso era nuestra intención hasta que se nos abrió el apetito. Entre risas y risas, comparábamos al cocinero del sitio con Alberto Chicote hasta el punto que pedimos fotos con él, no podía parar de reír sin saber el porqué de tanto selfie; le valoré con 5 estrellas en Tripadvisor como recompensa hahaha.


Cuándo conseguimos parar de comer y beber, proseguimos de forma paulatina hacia la Isla Kampa, famosa por estar rodeada por el Canal del Demonio y tener en su interior sitios como el Muro Lennon o la calle más estrecha del mundo, que resultó ser más ancha de lo esperado, pero no fué inconveniente alguna para impedir el gozo; nos encontrábamos delante de la embajada Francesa y el punto de reunión de los hinchas gal·los viendo la final del Mundial, que por desgracia nuestra, ganaron y más adelante contaré el porqué.


Íbamos a buen ritmo, nos estábamos comiendo Praga a pasos de gigante, decidimos aflojar un poco antes de llegar a nuestro último destino del día: Petrín.

Eran las 18h, el tiempo se giró y unas nubes tontas aparecieron, nada nos paró y subimos en el funicular que nos llevaría hasta la cima de la montaña. Lo gracioso de esa montaña es el hecho de que en la cima hay una torre de observación que recuerda a la Torre Eiffel de París pero que mide escasos 75 metros de alto, la cuestión es que los Checos querían construir un torre que fuera más alta que la original, pues la situaron en una montaña de dos cientos y poco metros para que al llegar a la cima de la Torre, estés un metro más alto que en la original respecto al nivel del mar.

Esa tarde fué muy graciosa por muchos motivos, destacando que tanto en el trayecto de ida, en la torre y en el de vuelta nos cruzamos con un grupo de dos chicos y una chica, probablemente rusos, con peinados bastante raros y con cara de amargados, hacíamos la coña de que eran nuestros clones en versión desfavorecida, todo muy gracioso.



De nuevo en el hotel, nos duchamos, arreglamos y estábamos listos para una noche de fiesta checa, el problema fue no tener en cuenta los horarios de la gente de allí, todos los restaurantes estaban cerrados y acabamos en un fast-food mexicano comiendo burritos y tacos en unas escaleras propias de la Unión Soviética; hechas caldo. La noche fué mejorando, fuimos a tomar unas copas en un bar cercano a Vacklavske Námestí llamado Bar Coyote, ambientado en los años setenta y decorado como un bar de carretera americano propio de la película, tomamos unos ginspritz con espectáculo de fondo y pusimos rumbo a Karlovy Lazne, la discoteca más grande de Europa, con 5 ambientes distintos en su interior y una especie de zona de fumadores que mareaba a cualquiera que se atreviera a entrar.


Lo petamos, literal y figuradamente, pues rompimos un par de vasos de cerveza en su interior y bailamos hasta que que los ojos de los integrantes del grupo no iban al mismo compás, decidimos pues finiquitar la fiesta, casi pudimos cerrar la discoteca ese día.


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Image by Marco Meyer

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