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Albania: Todo merece una segunda oportunidad. Y valió la pena.

  • Foto del escritor: Alfredo Moya
    Alfredo Moya
  • 29 abr 2023
  • 7 Min. de lectura

Actualizado: 18 may 2023

Hará unos años, concretamente en 2019, improvisé una ruta por los Balcanes en la que íba a recorrer Macedonia del Norte, Kosovo y Albania con unos amigos, y como narré en su momento "Malas vibraciones por Albania, mi experiencia honestamente fue bastante mala.

Luego, en 2020, recorrí todo Montenegro y el sur de Macedonia y obviamente tenía que cruzar Albania y mi experiencia fue del mismo calibre, pero....


Todo merece una segunda oportunidad, así que decidí cambiar de opinión.

Estuve pasando unos increíbles días en Estambul, rodeado de buenos amigos, raki y buena comida y desde allí volé a Tirana para pasar 5 días recorriendo la Riviera Albanesa.


Mi vuelo, obviamente con retraso, aterrizó en el Aeropuerto de Tirana a las 2 de la mañana dónde un falso taxista que se quejaba de la vida me convenció para llevarme hasta mi apartamento. Tras alguna discusión, una parada en un cajero para sacar efectivo y un aleatorio control de policía dónde supuestamente le pillaron por hacer de falso taxi llegué al apartamento para poder dormir un poco y alquilar un coche al día siguiente.


Me levanté bastante tarde, todo gracias a la llamada del dueño del apartamento de que era la hora del check-out, compré una tarjeta SIM y me entregaron un Volkswagen Golf, firmé un contrato en albanés sin entender nada y fuí a desayunar antes de empezar mi ruta.

Estuve compartiendo una charla sobre la vida bastante interesante con dos hombres ya jublidaos, medio en italiano medio en inglés, hice un FaceTime con su hijo que sorprendemente tocaba en Manchester esa noche y le pude indicar algunos sitios a los que ir, sopresa la mia, me invitaron al desayuno como muestra de agradecimiento y de bienvenida al país y puse rumbo hacia el sur, increíbles 4 horas de recorrido por adelante.



Playlist de coche, gafas de sol y al son de Bruce Springsteen me íba colando entre coches en medio del caos de las calles de Tirana hasta salir de la ciudad. Me asombraba ver gasolineras cada dos quilómetros y mi tanque íba bajando, pensando que habría gasolineras en todo el recorrido... llegó un punto en que me saltó la reserva, 50km y vi que la más cercana estaba a 45km.... volviendo para atrás o a 80km en el sentido de la marcha... aquí que vuelta hacia atrás y seguir con mi ruta!

Paré un par de veces, la ruta es espectacular. Atravesé pueblos, puertos de montaña y honestamente pensaba que estaba en el Tirol o perdido por Suiza, yo feliz en mi coche con la música a todo volumen. Tras equivocarme de desvío un par de veces y las recomendaciones de Waze de que usara caminos privados, llegué a una de las primeras paradas: Gjirokaster


Gjirokaster es un pequeño pueblo situado a una hora de Saranda, mi destino final, categorizado como Patrimonio Histórico por la UNESCO por su pasado y arquitectura otomana y griega, cosa que le da un toque muy auténtico y sin duda merece una visita.

Perderse por sus calles es todo un placer, cada uno de los edificos que se esconden en su interior te recuerdan a las calles de Estambul con cierto toque mediterráneo, así como la subida al castillo son las dos cosas que recomiendo. Tras mi pequeña pero espectacular visita, seguí rumbo al campamento base: Saranda, cerca de la frontera con Grecia.


Como viajaba solo, decidí quedarme en el Backpackers SR Hostel, en el corazón de Saranda y literalmente a dos pasos de la playa y en una zona llena de restaurantes. Su dueño, Tomi, un señor albanés de unos 50 años se encargará de que conozcas a gente, te organizará barbacoas y de que tu estancia en la zona sea todo un éxito.


Esa primera noche, me junté con un grupo de Australianos y Alemanes y estuvimos hasta las tantas de la noche cenando, tomando vino y charlando en Taverna Joan acerca de nuestras experiencias viajando; en ese momento te das cuenta de que el mundo es mucho mas grande de lo que pensabas.


A la mañana siguiente, fui a desayunar y conocí a Morelia y a Sebastian, de Perú y Holanda y decidimos irnos los tres de ruta, así que pusimos rumbo a uno de los puntos emblemáticos de la zona, el Blue Eye. Tras un breve caminata, llegamos al manantial del cuál nadie conoce el orígen de sus aguas y nos encontramos con una maravilla de paraíso natural de aguas turquesas así como algún pequeño restaurante donde comer comida local.



El baño está prohibido pero... remojarse en sus aguas es algo increíble que había que hacer.


Tras nuestra visita decidimos poner rumbo al pueblo de Ksamil, punto neurálgico de la Riviera y nos fuimos a la Plazhi Bora Bora, una playa digna del caribe de aguas cristalinas y turquesas dónde nos atrevimos a bañarnos a principios de Abril con sus gélidas aguas. Fue espectacular iniciar la temporada de baño así y poder tostarse bajo el sol durante un par de horas.



A medida que íba pasando el día, preguntamos a los locales si conocían algún sitio para poder comer algo, pese a ser ya las 5 de la tarde, y fuimos a Guvat, un restaurante increíble con vistas a toda la bahía y las islas de Ksamil que escondía una playa un tanto secreta. Allí, pudimos probar muchos de los platos típicos, desde Mussaka, Queso Feta hasta sus estofados de carne y terminamos el día viendo el atardecer desde sus hamacas suspendidas encima del mar con un Aperol Spritz que a duras penas llegaba a los 5 euros.


Al volver al hostel vimos que había llegado mucha gente nueva, de Australia, Estados Unidos, México, Reino Unido, Polonia, Canadá, Francia e India, así que nos juntamos todos en la zona común para tomar unas cervezas y entre todo decidimos planificar un día de playa para el día siguiente, ya que dos de nosotros teníamos coche y encajabamos 10 exactos. Tuve suerte, una compañera del trabajo que es albanesa me recomendó algunos spots secretos, propuse la idea y les encantó a todos.


A la mañana siguiente, desayunamos tostadas con mantequilla, mermelada, olivas, queso feta y tomate, un desayuno con los productos típicos de la región, nos embadurnamos en protector solar y nos fuimos a la zona de Pasqyrat, unas calas poco accesibles y que pusieron a prueba nuestras habilidades como escaladores. Nos perdimos varias veces pero descubrimos otra playa llamada Pulëbardha Beach, sitio donde acampamos. Entre todos, organizmos un picnic con diferente comida, cervezas, mojitos y demás y estuvimos casi todo el día bajo el sol hasta el punto de la insolación; prácticamente todos, nos atrevimos a bañarnos y nos quedamos un buen rato nadando ya que el cuerpo se acostumbró rápido a las frías aguas de Albania en abril (14-15ºC) y lo pasamos muy bien.


Para cerrar el día, nos fuimos todos tomar una copa en Ksamil y preparamos una sorpresa para una de las personas del grupo ya que era su cumpleaños, pedí baklava de la región y nos quedamos allí de maravilla hasta que se fue el sol.



A nuestra vuelta al hostel, el dueño, Tomi, nos preparó una barbacoa en la Playa de Saranda dónde estuvimos hasta las 4 de la mañana, nos juntamos con varios grupos de locales de allí y con buena música nos divertimos.


Al día siguiente, se producía el momento más triste de todo el viaje, irse. Estuvimos desayunando con todo el grupo de gente que nos habíamos ido conociendo y junto a Jacob y Dalia (australiano y mexicana) pusimos rumbo a la capital para finalmente cada uno ir hacia su próximo destino: Vlore, Ohrid y en mi caso, de vuelta a Barcelona.


Fuimos con el coche, parando en diferentes miradores para contemplar las increíbles vistas, paramos a comer en un pequeño pueblo donde probamos el típco byrek de la región hasta que finalmente llegamos a Tirana.


Ese día, pude aprovechar para perderme por las calles de la capital, disfrutar de una buena copa y de la gastronomía local hasta que llegó el momento de ir hacia el Aeropuerto.


Mi sorpresa fue que el viaje terminó algo accidentado, estabamos ya subiendo al avión y nos hiceron desembarcar, esperamos durante casi dos horas sin información de nuevo en la terminal y finalmente consiguieron un avión de reemplazo y con tristeza, vuelta a casa.

Playa de Pulebardha y sus aguas turquesas





















Conclusión y cosas a tener en cuenta:


No es secreto que existen muchas leyendas urbanas y tópicos que suelen asociar a la sociedad albanesa con la mafia, los crímenes y la inseguridad en general. Os puedo asegurar que me llevé una gran sorpresa. La gente albanesa es cordial, educada y muy hospitalaria, harán todo lo posible para que te sientas como en casa, no dudarán en charlar contigo y que les cuentes tu historia y les encanta que los extranjeros visiten su país.


Es totalmente seguro, no he pasado miedo en ningún momento pese a que las calles puedan estar vacías a ciertas horas de la noche o que visualmente parezcan zonas difíciles, no olvides que toda la región ha vivido muchas guerras y mucha decadencia y que poco a poco se están reconstruyendo. Dale a Albania 5-10 años y verás.


Es un país 100% en efectivo. Ten siempre efectivo contigo, pagar con tarjeta es algo fuera de lo común y sólo para importes superiores a los 20-25 Eur (2000 lek o superior), usa tarjetas tipo Revolut o N26 y el único banco que no cobra comisión por las retiradas de efectivo en Albania es Credins Bank, el resto los probé todos y te cobrarán entre 6-8 Eur independientemente de la cantidad retirada.


La barrera idiomática la podrás salvar con algo de Italiano, históricamente siempre ha habido un gran flujo migratorio entre Albania e Italia, e incluso con el Inglés, muchos albaneses han vivido en el Reino Unido, así que lo conseguirás sin duda.


Con mi coche albanés de alquiler

Es un país bastante barato, aunque en zonas turísticas y los taxis puede que intenten timarte, el resto es todo normal y no tienes de que preocuparte.




A nivel personal: Mis experiencias previas en Albania no fueron demasiado buenas y el país merecía una segunda oportunidad. La verdad es que vuelvo a España con la mentalidad totalmente diferente y la imágen que tenía del país ha cambiado totalmente, me enamoré.


Os invito a que os enamoréis de Albania ahora, en unos año se convertirá en la nueva Croacia y será imposible admirar la belleza que actualmente esconde un país vírgen y sin alterar.







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