Eslovaquia, más que una ciudad de paso
- Alfredo Moya
- 26 mar 2018
- 5 Min. de lectura
Actualizado: 8 abr 2018
Conocida como Eslovaquia, oficialmente la República Eslovaca y Checoeslovaquia según la generación de nuestros padres, es un pais situado en la Europa Central que bordea con Austria, Hungría, Polonia, entre otros, tiene una población de más de cinco millones de habitantes y su capital es Bratislava.
Situada a poco menos de una hora en tren de la capital austríaca, se ha convertido en un lugar de paso por parte de los turistas que viajan a Viena o aquellos que van rumbo a Budapest desde la Republica Checa o desde Austria. Si hablamos des del punto de vista del residente de la zona, la respuesta que nos encontramos es siempre la misma: Nosotros frecuentamos Bratislava por sus precios, salir de fiesta, los tratamientos de belleza y hacer la compra allí resulta un 30% más barato que en nuestra ciudad.
Mi caso: Me encontraba en el ecuador de un viaje de cinco días con Marc y Vianell, dos compañeros del trabajo, siendo Viena nuestro punto de partida y Budapest nuestra destinación final, donde la parada en Eslovaquia resultaba inevitable y/o útil para poder presumir de haber estado en otro pais de la Unión Europea que probablemente, nunca sería objetivo de ninguno de nuestros viajes

Después de perder un tren en Viena, una hora en tren, un poco de nieve desde la ventana y alguna pequeña discusión, llegamos a la Estación Stanica de Bratislava, algo totalmente surrealista que me recordaba al comunismo y a las estaciones medio derruidas de Nápoles, en Italia. Nos subimos al primer tranvia rumbo al centro (cuyo billete nos costó apenas 0,35€) con una duda existencial en la cabeza y la formulación de un dilema moral: ¿Que hacemos en esta especie de ciudad?
Bajarse en lo que parecía el centro fué "gracioso", partiendo de la base de que la parada de ese tranvia estaba en medio de la carretera y no había andenes ni nada que señalizada dicha parada, sólo pudimos encontrar una señal de tráfico con el icono de una especie paso a nivel y sin información alguna, dejando a tu imaginación volar para saber que era eso.
Dimos unas cuantas vueltas sin sentido con tal de encontrar un restaurante donde saciar el hambre, optamos por el criterio urbanita de localizar un centro comercial; la regla dice que donde hay un centro comercial hay restaurantes dentro o a sus alrededores: ERROR.

Marc, fanático, crítico"Local Guide" y usuario frecuente de Google Maps, buscó un restaurante y en menos de 30 segundos, logramos lo que tres personas no lograron durante 45 minutos: Encontrar un restaurante; y el menda acertó, disfrutamos comiendo como NUNCA en el Slovak Pub de Bratislava. Como dato curioso, me sorprendió el hecho de que aceptaran Bitcoin como método de pago.
Disfrutamos de valiente en esa especie de Pub Eslovaco, siendo la cuenta final el plato hizo sonreír más, pues compartimos 5 raciones de 500gramos de varios platos, maridado con cerveza típica por menos de 7 euros por persona, algo impensable en Barcelona, de donde somos nativos.
Una vez finalizada la comida, tocaba quemarla y emprendimos nuestra ruta hacia el Castillo de Bratislava, ruta que finalmente hicimos en autobús por pura vagancia, pues el autobús paró justo enfrente del restaurante por arte de mágia; me reitero, nadie quería andar cuesta arriba 2,5km con tanta comida en el estómago.

Después de que cientos de ojos nos miraran dentro de ese autobús, concluyo que Eslovaquia no suele recibir mucho turismo en invierno, bajamos allí donde había un poco de nieve y por supuesto, el Castillo. Por un momento, me sentí otra vez parte del pasado, nos encontrábamos rodeados de edificios un tanto soviéticos dónde ni una alma circulaba por sus calles adoquinadas.
Nos encontrábamos, sin haberlo planificado y de forma muy random, enfrente del Parlamento Eslovaco, un sitio algo tenebroso pero muy diferente a su vez, perfecto para nuestra primera foto, pues ya habíamos encontrado la primera bandera de Eslovaquia para poder demostrar nuestro paso por el país.
Descubrimos un mirador en las proximidades del Castillo, desde el cuál podías observar el skyline Bratislava, viendo de forma muy clara la diferencia y los contrates de lo que hay en ambos lados del Danubio, pues el río separa la parte emblemática de la zona puramente residencial, motivo por el cuál nunca lo llegamos a cruzar, creo yo...
En ese tren, previo a nuestra llegada a Bratislava, hacíamos broma sobre la ciudad y de forma sarcástica, comentábamos que nos sobraría tiempo y que sería aburrida dicha ciudad, pues la realidad fue totalmente adversa, empezábamos a ir cortos de tiempo y la lista de cosas a visitar que Vianell y Marc habían preparado, se iba reduciendo y las ganas de tomar una taza de café, escalaba posiciones de forma vertiginosa.
Hicimos unas cuantas fotos con el Castillo de Bratislava de fondo, hasta que mis amigos se cansaron de que les pidiera más y más fotos, teníamos delante de nuestras narices una mezcla entre los jardines de Versalles y los típicos palacios de la Alemania continental, pero con su toque comunista más algo de nieve; todo ello culminó en que finiquitamos nuestro recorrido por la Bratislava soviet, hasta llegar a una cafetería en la cuál me sentí muy a gusto, tomando el mejor Capuchino del viaje.

El puntillo, es lo que le encontramos a esa ciudad, puede que fuera lo barato que era en su totalidad, puede que el hecho de que estuviera nevada
Tanto que miramos el reloj y la calma se desvaneció..., nuestro tren hacia Budapest salía en 40 minutos y el recorrido hasta la estación era superior al tiempo que necesitabamos para poder llegar a ella. El problema quedó solventado gracias a los 0,35€ que nos costó un billete de autobús.
Todo viaje y todo post debe llevar consigo un anécdota, en este caso fuí yo el implicado. Me encontraba fumando en las proximidades de la estación central cuando dos agentes de policía se plantaron enfrente de mi, con una libreta blanca y un bolígrafo. Intentamos hablar seis idiomas diferentes, siendo el Inglés el que más fluyó, a duras penas por su parte. Esos agentes empezaron a decir algo, con la finalidad de multarme por fumar. El que hablaba mejor el idioma me comentó que se requeria el pago de diez euros, en efectivo, por fumar en las proximidades de una estación. En ese momento, se me ocurrió algo que un amigo Ucraniano me dijo un dia: Siempre que te quieran multar por algo que no es delito y estes en el extranjero, pide que te manden la multa a casa, nunca te llegará si es una multa inferior a 100Euros; dicho y hecho, despúes de gitanear y decir que enviarla a mi domicilio en Barcelona significaba pagar tres veces más, argumenté a mi favor enseñando mi cartera con donde no llevaba Euros en efectivo, sólo Dólares (que quería cambiar en Hungría) procedieron a retirarme la multa y me pidieron que me alejara para seguir fumando.
Mi cara de satisfacción no se podía medir en ese momento pues no me lo creía, eran las 17:47, mi tren llegaba en cinco minutos; Marc y Vianell corrieron a por mi por miedo a volver a perder otro tren, visto lo ocurrido en Viena, creo que no se la querían jugar más...
A punto de acabar ese cigarro valorado en 10€, la cara de "acaba ese cigarro ya"de mis amigos sólo podía significar una cosa, nuestro tren ya llegaba y estábamos listos para poner la directa rumbo a nuevo destino: Budapest, Hungría.
En ese tren, con las luces oscuras y la gente dormida en su interior, camino a Budapest comentábamos y hacíamos el resumen de ese 22 de Enero, día en el cuál pudimos afirmar que nos había gustado lo suficiente esa ciudad; en ese momento salió el título de una foto que colgué en Instagram titulada: "When more impressions than expectations occur", eso resumió nuestro paso por Eslovaquia y nos enseño que los prejuicios son malos,
Pues hay que vivir las cosas en primera persona para poder opinar después.
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